Tal vez todos conocían a un Ángel Jubera en su faceta exterior, volcado con el colegio y sus alumnos, pero es que de puertas para adentro era igual, sin malicia, trasparente, todo bondad y entregado por entero a aquel que lo necesitara.
Era cumplidor y obediente, le gustaba rezar y no solia fallar a sus deberes de comunidad. Abierto y franco, hablador incansable y "reidor" oficial de todas las gracias y hasta de los chiste más sosos. Nunca perdía la calma y sabía poner esa chispa de humor y esas gotas de bondad.
Fue bueno en todos los órdenes de la vida y, como sacerdote y religioso, lo supo bordar, ganándose el aprecio, el cariño y la amistad de todos sin imponer nada y tratando de comprender a todos, sin juzgar a nadie y ofreciedno al que se acercaba su cariño, su perdón y su amistad. ¡Grande! ¡Eras muy grande, Angelito![Best_Wordpress_Gallery id="2625" gal_title="Buen fraile"]