Tal vez sea el de la piscina uno de los espacios más “añorados y criticados” con el nuevo cambio de funciones. Para algunos frailes de antes porque a ellos les tocó trabajar a pico y pala en el hueco y cimentación de la piscina y para los más jóvenes porque lo consideran un espacio único para darse un chapuzón en cualquier momento, sin olvidar que el frío de Pucela hace inviable e imposible las piscinas desde septiembre a junio ¡Qué se le va a hacer! La nostalgia está ahí y la ilusión, aunque sea utópica, es difícil de combatir y de explicar con el simple recurso a la razón.
La verdad es que la piscina fue todo un logro. En ella disfrutaron a lo grande los primeros seminaristas del colegio y luego todos aquellos padres y alumnos de los años 70 que tanto venían y tanto la utilizaban. Después llegaron las piscinas a las urbanizaciones, vinieron los viajes al extranjero, las vacaciones a las playas y a los más recónditos lugares y la piscina cayó en el olvido y el abandono, que así estaba cuando se decidió cubrirla para evitar peligros y suciedades y para darle otra función y rehabilitar el lugar y el espacio en el que se encontraba.
El P. Juan Luis inició, a martillo y maza, el derrumbe de los vestuarios. Se unió el grupo de voluntarios de aquellos años y algún que otro grupo de colegiales e iniciaron la transformación. Vinieron camiones con tierra y cargas y luego aparecieron Manuel y Javier con su realización de huerto escolar. Y aquí está, todo un logro para unos y una traición para otros. Ya se sabe, nunca llueve a gusto de todos.
(En las fotos aparecen algunas imágenes del inicio de la piscina, de sus mejores años, del abandono en que cayó, del momento de derrumbar los vestuarios y del nuevo huerto escolar).[Best_Wordpress_Gallery id="2047" gal_title="Piscina"]