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Año nuevo: Hora de recomenzar

1 de enero. Hora de partir. Desde dónde y hacia dónde. El Papa Francisco en el título del Mensaje para la Jornada Mundial de la PazNadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el COVID-19 para trazar juntos caminos de paz; coloca el punto de partida en la superación del COVID-19. Después de estos tres años tan duros «Hoy estamos llamados a preguntarnos: ¿qué hemos aprendido de esta situación pandémica? ¿Qué nuevos caminos debemos emprender para liberarnos de las cadenas de nuestros viejos hábitos, para estar mejor preparados, para atrevernos con lo nuevo? ¿Qué señales de vida y esperanza podemos aprovechar para seguir adelante e intentar hacer de nuestro mundo un lugar mejor?». Pero, por si era poco, asistimos a una guerra, como todas, provocada por el egoísmo y el afán de una pandilla de ególatras. Eso sí, es un virus letal: «En efecto, el virus de la guerra es más difícil de vencer que los que afectan al organismo, porque no procede del exterior, sino del interior del corazón humano, corrompido por el pecado».

Cada año en este día echamos la mirada al horizonte con una ilusión desbordada de esperanza que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables. Los pulmones llenos de esperanza son capaces de encontrar oxígeno para continuar en medio de la atmósfera más contaminada por disgustos y problemas. No tenemos qué perder; por eso nos dice el Papa en el Mensaje«¿Qué se nos pide, entonces, que hagamos? En primer lugar, dejarnos cambiar el corazón por la emergencia que hemos vivido, es decir, permitir que Dios transforme nuestros criterios habituales de interpretación del mundo y de la realidad a través de este momento histórico. Ya no podemos pensar solo en preservar el espacio de nuestros intereses personales o nacionales, sino que debemos concebirnos a la luz del bien común, con un sentido comunitario, es decir, como un “nosotros” abierto a la fraternidad universal. No podemos buscar sólo protegernos a nosotros mismos; es hora de que todos nos comprometamos con la sanación de nuestra sociedad y nuestro planeta, creando las bases para un mundo más justo y pacífico, que se involucre con seriedad en la búsqueda de un bien que sea verdaderamente común».

En esta Jornada Mundial de la Paz, surge una pregunta: ¿Cómo podemos desembrutecer este mundo? ¿Cómo hacernos sensibles de verdad? ¿Por qué, si tanto admiramos a los que se dejan la vida en defensa de los más desprotegidos, no somos capaces de hacer nosotros lo mismo en nuestra “geografía particular”? ¿Acaso nos hemos acostumbrado tanto a las malas noticias que se ha dado en nosotros una especie de inmunización ante el sufrimiento ajeno? El Papa nos dice: «Por tanto, es urgente que busquemos y promovamos juntos los valores universales que trazan el camino de esta fraternidad humana. […] En efecto, es juntos, en la fraternidad y la  solidaridad, como podemos construir la paz, garantizar la justicia y superar los acontecimientos más dolorosos […] Solo la paz que nace del amor fraterno y desinteresado puede ayudarnos a superar las crisis personales, sociales y mundiales».

Tenemos un año por delante. Esa expresión está demasiado trillada y parece el premio de consolación del brindis de nochevieja más que un planteamiento vital.  Sin embargo, más allá de los tópicos, hay que idear la forma de tomar las riendas de la vida y decirse a uno mismo que este año lo voy a vivir yo con los que me rodean y voy a luchar con ahínco por la no violencia. No me voy a permitir ni por asomo caer en la tentación de dejarme arrastrar por la corriente de la rutina, ni de la desazón. Voy a disfrutar cada momento, sin perder nunca el norte aunque surjan dificultades.

Si no sabes qué hacer, el Papa nos da ideas: «Así pues, estamos llamados a afrontar los retos de nuestro mundo con responsabilidad y compasión. Debemos retomar la cuestión de garantizar la sanidad pública para todos; promover acciones de paz para poner fin a los conflictos y guerras que siguen generando víctimas y pobreza; cuidar de forma conjunta nuestra casa común y aplicar medidas claras y eficaces para hacer frente al cambio climático; luchar contra el virus de la desigualdad y garantizar la alimentación y un trabajo digno para todos, apoyando a quienes ni siquiera tienen un salario mínimo y atraviesan grandes dificultades. El escándalo de los pueblos hambrientos nos duele. Hemos de desarrollar, con políticas adecuadas, la acogida y la integración, especialmente de los migrantes y de los que viven como descartados en nuestras sociedades. Solo invirtiendo en estas situaciones, con un deseo altruista inspirado por el amor infinito y misericordioso de Dios, podremos construir un mundo nuevo y ayudar a edificar el Reino de Dios, que es un Reino de amor, de justicia y de paz».

La firmeza, la valentía y el convencimiento no se consiguen a fuerza de ensayar en el espejo, o de mantener diálogos con el cuello de nuestra camisa sino que se fortalece en el trato con los demás, en las situaciones complejas ante las que ojalá este año empieces, empiece, a no mirar para otro lado.

Reconciliarnos de verdad, aceptarnos, sembrar sonrisas no es tan fácil como sembrar discordias; blanquear sonrisas no se consigue a fuerza de dentífricos dorados, sino a base de un compromiso firme que permita que a nadie le prohíban sonreír, que tomemos en serio que debemos intentar siempre que los demás sean más felices que nosotros.

Es momento de recomenzar de verdad, sin medias tintas. El calendario de este año impar está en nuestras manos. Ahora solo falta que nos dejemos afectar por tantas situaciones injustas y nos pongamos manos a la obra para buscarles una solución. Qué María nos proteja. Feliz año nuevo.

Escrito por el P. Roberto Sayalero Sanz y extraído de la web https://agustinosrecoletos.org/