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Domingo I de Cuaresma: Hora de tomar decisiones

«El camino del seguimiento es un camino de libertad y responsabilidad, que ha de ir madurando. Podrán orientarnos, pero el camino hemos de construirlo nosotros, acertando y equivocándonos, como en cualquier ámbito de nuestra vida».

¿Recuerdas la primera gran decisión de tu vida? ¿Tu primer acierto? ¿Tu primer fallo? No es fácil tomar decisiones, sin embargo, nuestra vida laboral, familiar, cristiana, religiosa, está plagada de ellas continuamente. A veces huimos de esa tarea, pero no queda más remedio. Jesús tampoco estuvo exento de ellas.

Volvamos por un momento al día 9 de enero. Aquel domingo asistimos al bautismo de Jesús, a su unción por medio del Espíritu Santo. Han pasado casi dos meses, pero hoy la liturgia nos coloca al día siguiente. Volvemos a situarnos en el desierto, lugar privilegiado del encuentro con Dios y de su actuación. Lugar cuaresmal por excelencia. Lugar de condiciones tan extremas como la soledad, el hambre, la sed… Jesús recién bautizado, lleno del Espíritu Santo, comienza su misión, su camino hacia Jerusalén y, como cualquier camino que se emprende, implica la toma de decisiones importantes y trascendentes. Y Jesús no fue una excepción, no le tocó confirmar su misión sino la manera de llevarla a cabo.

Las tres tentaciones le acompañaron en diversos momentos de su vida y los evangelistas decidieron agruparlas aquí, a continuación del bautismo, para que a través de los dos pasajes podamos entender el resto del evangelio. La primera tentación es la del propio interés, la del utilitarismo, la de la solución fácil, sin sudor pero que nos coloca ante una visión amplia y profunda de la vida como algo que va mucho más allá de la necesidad primaria y se alimenta de la palabra de Dios.

La segunda tentación es la del poder, la de ser el primero o el último. La tentación de los poderes excluyentes de las minorías. Queda clara la necesidad de arrastrarse para conseguir ese poder. Pero este peligro no es solo de los políticos. Todos nos creamos a menudo pequeños ídolos ante los que nos “arrodillamos”. Jesús optó por la sencillez. «El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos» Por no hablar del episodio del lavatorio de los pies.

La tercera tentación es la de poner a prueba a Dios, la de convertirse o en una estrella o en un anónimo. Jesús confía en Dios sin fisura alguna, por eso no necesita signo alguno.

Encontramos en este domingo un Dios que se funde con el ser humano y le hace totalmente libre. Decía Kierkegaard que la mayor prueba de la omnipotencia de Dios no es el que pueda hacer tales o cuales maravillas físicas, sino el que pueda crear seres libres, como Él, capaces de decirle que no. Visto desde otro ángulo podríamos decir que el triunfo de Dios no consiste en otra cosa que en la consagración de la libertad del hombre. Esta libertad no se basa tanto en el poder o no poder decirle que no, sino en el hecho de que su sí está solamente condicionado por el amor.

Apenas llevamos cuatro días de Cuaresma, cuatro días de camino por el desierto, por ese lugar mágico del encuentro con Dios. A nuestra manera debemos construirnos nuestro propio desierto, que nos permita encontrarnos con nosotros mismos para ver qué cosas necesitan mejorar un poco, especialmente nuestro trato con los demás. Puede que en nuestro desierto, al encontrarnos con nosotros mismos, nos sintamos débiles y tengamos la tentación de abandonar, de dar la espalda a Dios.

Quizá la enseñanza más importante que nos aportan las lecturas es que Dios nos hizo libres, no ha creado un teatro de marionetas que bailan a su antojo, sino seres libres, capaces de buscar, compartir y construir el Reino, sin otra magia que la humanidad compartida; las soluciones a los problemas reales no van a venir de un genio saliendo de una lámpara, ni de un ambón, ni de un confesionario, ni de un diván, sino de la capacidad de cada uno para buscar propuestas válidas. El camino del seguimiento es un camino de libertad y responsabilidad, que ha de ir madurando. Podrán orientarnos, pero el camino hemos de construirlo nosotros, acertando y equivocándonos, como en cualquier ámbito de nuestra vida. La tentación infantil de que me digan lo que he de hacer puede ser más insalubre que la de mirar para otro lado. Feliz Cuaresma.

Escrito por el P. Roberto Sayalero y extraído de la web de los Agustinos Recoletos